diumenge, de gener 28, 2007

La espera...óxido del alma

A veces la sabiduría se encuentra en pequeñas perlas casuales que se presentan ante nuestros ojos sin buscarlas.
A veces lamento no poseer la capacidad de expresar tanto con tan poco.
A veces una frase sencilla y aparentemente simple encierra todo un mundo, toda una idea vital, una actitud, un carácter, una elección y un modo de enfrentarse a la vida.

Hace un tiempo decidí no esperar. No esperar nada. Y cada cosa buena que me ocurre, que llega, es un placer regalado. Cada palabra de alguien inesperado me deleita. Esa voz que escucho a diario me resulta cada día nueva y placentera.
Es un gozo abrir la ventana diariamente y embriagar el alma y la mirada con el día que empieza, con sus aromas, con el paisaje, con la luz y los sonidos, con el sol, o la lluvia, o la niebla o el viento.

Rozar una piel se me antoja un obsequio del destino. Una cena en compañía la disfruto como si fuese la única. Nunca espero. Y abro el buzón y aparecen esas letras de aquella amiga de antaño. Y ese amigo que nunca llama, al que nada pido ni exijo para quererle como le quiero, me sorprende de repente con media hora de amena charla que paladeo consciente de poder hacerlo.

Recuerdo haberlo afirmado ya antes: no esperar no implica no abrigar ilusiones. Al contrario. Mi vida entera es ahora pura ilusión. Lo que venga puede ser duro o hermoso. Para lo primero estoy lista y enseñada. Lo segundo es simplemente lo que me hace botar de la cama cada mañana con una sonrisa en los labios.

La espera, sí, es el óxido del alma.