Horror. Se avecina el verano. El gimnasio se ha llenado de atacados que intentan eliminar en un tiempo récord esas lorzas disimuladas bajo capas de ropa. Histeria colectiva. El pánico se apodera de las masas. La operación bikini ya está en marcha (para quien se lo ponga ;-)
El bombardeo publicitario al que estamos diariamente sometidos es para volverse loco. Dietas alcachoferas milagrosas, parches reductores, autobronceadores, cremas anticelulíticas anunciadas por espectaculares mujeres con espectaculares cuerpos (que digo yo, para qué se las ponen si están tan estupendas)...y un sinfín de productos que nos recuerda que ha llegado la época del destape, propia de una película de finales de los 70’s.
A todos nos gusta vernos bien, indudablemente. Para muchas personas, entre las que me incluyo yo misma es, sobre todo, por una cuestión de salud y bienestar. Llegar a viejita en condiciones aceptables es una carrera de fondo. Sin embargo, éste no es, ni mucho menos, el único motivo por el cual decidimos adoptar unos hábitos de vida saludables. El deseo de gustar y gustarnos subyace de manera innegable, y nos envuelve a todos sin excepción, pero... ¿qué es lo que nos atrae de las otras personas? ¿Qué es lo que nos hace rechazar profundamente a unas y perder el sentido por otras?
Vivimos en una sociedad en la que impera la superficialidad, en una sociedad donde la demanda de tabletas de chocolate y pechos generosos es interminable. Es cierto que el físico juega un papel primordial a la hora de que una persona capte tu atención...pero no siempre es decisivo. La química tiene su papel en estas cosas.
Un cruce fortuito de miradas en el momento preciso y el lugar adecuado y... zas! saltan las chispas, inesperadamente. Un sabor, un aroma...puede engancharnos a alguien de manera irracional, insospechadamente. Un gesto, una palabra, una sonrisa en un momento determinado....puede accionar repentinamente ese click que nos deja descolocados en un segundo, sin saber muy bien cómo y por qué ha sucedido...pura química.
Obviamente, estos factores físicos y químicos son sólo el punto de partida a la hora de relacionarte, siempre y cuando tu dieta social no se limite al fast food. Si, por el contrario, eres algo sibarita, te gusta cocinar a fuego lento y descubrir todos los matices que un buen plato te puede ofrecer, ponte el delantal, abre una botella de tu mejor vino, un par de velas... y a disfrutar. Bon profit.
dissabte, d’abril 29, 2006
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