diumenge, de juny 18, 2006

Duelo al amanecer

Viernes 6.40 A.M. Suena el despertador. Tras una calurosa noche en la que he descansado más bien poco, me levanto arrastrándome hasta la puerta de la habitación, todavía con las pestañas pegadas. Avanzo unos pasos por el pasillo, y de repente... los ojos como platos.

Ahí está. Nos quedamos las dos paralizadas en el pasillo. Una morena y una pelirroja, frente a frente, como en el mejor duelo del viejo Oeste. Se trataba de ver quién de las dos era más rápida...pero no hay duda, me gana por goleada (menos mal que no llevaba revólver)

Sale disparada hacia el baño y yo, tras conseguir movilizar de nuevo mis paralizados músculos, me acerco pasillo abajo hasta el baño, con el pulso a mil. Me quedo a una distancia prudencial como para poder observar de cerca sus movimientos y a la vez poder salir corriendo en caso de que decida rebelarse.

Enciendo la luz y veo que está jugando al escondite (vaya horitas, guapa). Se ha posicionado muy astutamente en un rincón, tras la escobilla, como si ahí no la fuese a ver. En ese instante, sopeso por un momento la posibilidad de irme a trabajar sin ducharme, pero la noche de calor hace que me arme de valor y desestime tan desconsiderada idea (sobre todo para con mis compañeras de trabajo)

Llego a la cocina y abro el armario donde se encuentra ese desagradable bote negro y amarillo que me produce asma nada más mirarlo. Lo agito y salgo a la galería, donde da la ventana del baño. De un empujón queda abierta, me asomo y justo en la vertical, ahí, agazapada, sigue la intrusa. Alargo el brazo y empiezo a rociarla como una descosida, pero la tía tiene un par y empieza a escalar por los azulejos, desafiándome. Termino con casi todo el líquido del bote, y no se lo tiro porque haría mucho ruido y no creo que atinase a darle.

Medio mareada, cojo de la galería una especie de mopa de esas que tienen recambios desechables y que, según la publicidad machista, nos facilita la vida a las mujeres. Me voy armada con ella en una mano y el bote en la otra de nuevo hacia del baño. La muy... no se ha desintegrado con el gas, y sigue viva y coleando. Me pregunto yo dónde habrá entrenado para correr tan deprisa. Veo que sale del baño y osa dirigirse hacia mí, y ahí ya, a punto de darme un colapso, suelto el bote y comienzo a dar palos de ciego con la mopa. Uno, dos...y a la tercera, la vencida. Tocada, retocada, hundida y rematada. No quise ni levantar la mopa del suelo.

Con un kilo de líquido menos en mi cuerpo, me doy una ducha, me visto y desayuno tranquilamente. Mientras lo hago, pienso que, a pesar de haber montado tremenda parafernalia, estoy orgullosa de mí misma por haber sido capaz de enfrentarme, por fin, a una de mis fobias, las cucarachas. No pude evitar sonreír mientras me dirigía hacia el coche cantando para mí...”la cucaracha, la cucaracha....ya no puede caminar...”

Ya veremos cómo reacciono cuando vengan los parientes clamando venganza.

1 comentari:

Hèctor ha dit...

Uff.. cada vegada ens quedem menys coartades als homes per tal de justificar la vida en parella.

No, si ja veuràs, a la fi ens tocarà estimar de veritat i tot..

En definitiva, Un petit pas per a la dona i un salt de gegant per a la humanitat.

Jajaja enhorabona xiqueta ;)