dissabte, de juny 03, 2006

Rothko

El sol de la tarde entra por mi salón, y todo tiene un aspecto suave y cálido. ¿Te puedo contar una cosa? Llevo desde hace unos días encontrando cosas sobre Rothko. Lo había visto antes, pero nunca lo había mirado. Y lo cierto es que gusta y me atrae. Gracias por regalarme una emoción nueva, algo nuevo sobre lo que aprender.

Cuando no son tus fotos, son sus tenues recuerdos en mi cabeza. Tu voz y tu mirada, la fortaleza que destilas al hablar, entre la timidez aparente. La pasión por tus cosas, por tu gente, la curiosidad. Quiero ver todo eso en tus ojos. Quiero más.

Y me he sorprendido en la cocina, con las manos entre harina y canela, ilusión, alegría, sonrisas serenas y azúcar, paciencia y frutas a láminas. Mi delantal para las ocasiones especiales, aunque esté solo en casa. Lucie Silvas de fondo, abrazando. Sin quererlo, Isabel Allende me vino a la cabeza, y me he dado cuenta de por qué estaba mimando tanto un bizcocho.

¿Sabes? creo que me gustaría compartirlo contigo. Un café amargo, tu compañía, y el sol entrando como ahora. La casa huele a recien hecha. Tiempo por delante y mil temas de los que hablar. Trae tu suavidad, tus pestañas, tu violín y una tableta de chocolate.

Y te prometo una cosa. Me podrás preguntar todas las veces que quieras. Y siempre será así.

¿Te guardo un trocito?