dilluns, de maig 08, 2006

Tía Pilar

“A Ana ya le han puesto la epidural”. Nuevamente, nos pilla juntos la noticia. Qué curioso... verdad? Parece que todo va según lo previsto, y en breve llegará. Me quedo sola en casa, y aproximadamente una hora y media más tarde, recibo una llamada.

Pablo, Pau. Tres kilos ochocientos cincuenta. La mamá y él están perfectos. “¿Quieres venir a verlos?” Me muero de ganas por hacerlo, pero no acepto inmediatamente y decido pensarlo un poco...unos minutos solamente. Me convencen enseguida...”sabes que eres de la familia y no sobras”. Esas cosas te llegan.

Llegamos al hospital y la puerta principal ya está cerrada. Es tarde, y no sabemos si nos dejarán pasar. Llegamos hasta urgencias y preguntamos. Hoy parece que están de buen rollo y nos dejan entrar sin problemas. Vamos por el pasillo emocionados... Preguntamos de nuevo ...”Pablo... acaba de nacer...” "Habitación 107, al girar”.

La puerta está cerrada. Abrimos despacito... Allí están. Nadie parece sorprenderse de mi llegada. Besos y enhorabuenas a los presentes, que son pocos. Ana está perfecta, hasta coge ella misma la cámara para inmortalizar el momento. Y allí está él. Un pequeño renacuajo con gorrito y uñas muy afiladas. El parecido con Jordi es impresionante, todos coincidimos.

Está dulcemente dormido pero, de repente, hace un puchero y empieza a gemir. Su tío lo coge y lo pone en el regazo de su madre. Ana saca suavemente su pecho y Pablo, instintivamente, se aferra a él. Una vez más, me quedo maravillada ante tanta belleza. La naturaleza nunca deja de sorprenderme.

Y así, ante esa preciosa estampa, y sin ya sin poder resistirlo más, las lágrimas empiezan a deslizarse por mis mejillas. Una emoción inmensa me invade. No creo que haya nada más hermoso que ser testigo de la llegada de un nuevo ser, una nueva vida.

Pero lo que no puedo decirles en ese momento es que estoy emocionada no sólo por la llegada de Pablo, sino por, una vez más, hacerme sentir parte de la familia, por dejarme compartir con ellos un momento de tanta intimidad y felicidad, por hacerme sentir de verdad que, pase lo que pase, soy la Tía Pilar. Eternamente, gracias. No hay lazos más fuertes e indestructibles que los del cariño.

1 comentari:

Teuladí ha dit...

Todo cuanto dices es cierto, Pilar. Sabes que una vez entraste en nuestros corazones y ya no es posible salir de ellos así como así. Seguirás siendo todo el tiempo que tu quieras la Tía Pilar, pues nadie se sorprenderá por que se trata de una auténtica verdad. ¿Quien mejor que tu podría afirmarlo? Tu eres una más en la familia, pues en ella, quien entra ya no puede salir. Es practicamente imposible. ¿Te lo puedes creer?
Un beso por esa tremenda sensibilidad, que no sensiblería, y por reconocernos ese cariño que nos tienes y que te correspondemos.